En un giro digno de las más enrevesadas tramas de corrupción y desidia, el Govern de les Illes Balears, bajo la batuta de Francina Armengol, ha protagonizado un episodio que no dejaría de sorprender ni al mismísimo Kafka.
Nos encontramos frente a una tragicomedia de errores, donde la dilación se convierte en el leitmotiv de una administración que, con una parsimonia digna de mejor causa, ha esperado más de tres años para reclamar una suma millonaria por un fiasco de mascarillas quirúrgicas. Este desliz, que bien podría figurar en los anales de los despropósitos gubernamentales, revela no solo una gestión cuestionable sino una falta de previsión y diligencia que rozan lo inverosímil.
El escenario es digno de análisis: una empresa, Soluciones de gestión y apoyo a empresas SL, estrechamente ligada a la esfera de influencia del exministro y exnúmero dos del PSOE, José Luis Ábalos, recibe la no desdeñable cantidad de 3.7 millones de euros por entregar, no las prometidas mascarillas FFP2, sino unas de inferior calidad que poco podían hacer frente a la virulencia de una pandemia que no entendía de esperas ni errores administrativos. ¿Y qué hace nuestro Govern? Esperar. Reflexionar, quizás. Contemplar el paso del tiempo con la serenidad de quien se sabe ajeno a las prisas del vulgo. Hasta que, en un arrebato de acción digno de ser recordado, decide reclamar el dinero justo antes del cambio de guardia, cuando Marga Prohens se dispone a tomar las riendas.
¿Casualidad? ¿Estrategia? ¿Un olvido fortuito? Las preguntas se amontonan, pero las respuestas brillan por su ausencia en un Govern el de Francina Armengol, que parece haber hecho de la lentitud y la opacidad sus señas de identidad.
Este episodio, más allá de sus implicaciones económicas y sanitarias, es un reflejo de la gestión de Armengol y su equipo, un espejo donde se refleja la falta de transparencia, la escasa diligencia y, permítanme decirlo, una cierta tendencia a la improvisación que debería hacer sonrojar hasta al más pintado. Y mientras, la ciudadanía asiste perpleja a este espectáculo, esperando respuestas, exigiendo responsabilidades y, sobre todo, deseando que la gestión de lo público se tome, por fin, con la seriedad y el compromiso que merece.