Andrés Lasaga
A tenor de lo que estamos viendo en esta precampaña electoral, podemos llegar a la conclusión de que Francina Armengol no quiere debatir con otros candidatos y principalmente, con la candidata del PP, Marga Prohens. O al menos, esa es la sensación que queda. De entrada, resulta sorprendente que alguien que lleva ocho años dirigiendo las riendas del Govern y marcando la política en las Illes Balears dé la impresión de que renuncia a explicar públicamente los supuestos logros alcanzados en este periodo bajo su mandato y confrontarlos con las propuestas de quien aspira a ser alternativa.
Si de verdad estamos ante una gestión tan brillante como los voceros y la propaganda oficiales nos vienen anunciando, lo lógico sería pensar que Armengol estaría encantada de acudir a un debate a declamar sus éxitos y las mejoras experimentadas en la sociedad balear en los últimos ocho años. ¿Por qué elude entonces el cara a cara con Prohens en la televisión autonómica o condiciona la celebración de un debate con todas las formaciones a que se cumplan sus reglas, en lugar de aceptar el sorteo puro convenido por la mayoría de los partidos?
Detrás de la actitud de Armengol se esconde una estrategia basada en invisibilizar a la candidata del PP, a quien las encuestas dan como ganadora, para que en el votante cale la convicción de que no hay alternativa posible. O ella, la presidenta, o nadie. Desde el Consolat no se le quiere regalar ni un segundo de exposición pública a Prohens en IB3, el canal que pagamos todos con nuestros impuestos y que nos cuesta casi 40 millones al año.