Andrés Lasaga
Cuando Pedro Sánchez se las prometía felices con su ‘bazar político’ de descuentos, viviendas, ayudas para jóvenes o entradas para que nuestros mayores vayan un día a la semana al cine, la indecente decisión de Bildu de incorporar asesinos de ETA en sus listas municipales ha dinamitado la campaña electoral del 28M y, sobre todo, la estrategia del presidente del Gobierno.
El terremoto provocado por Bildu coloca una vez más a Sánchez ante su propio espejo, porque la hemeroteca no se puede borrar y todo el mundo ha visto vídeos y ha escuchado declaraciones del presidente del Gobierno negando por activa y por pasiva que fuera a pactar con esa formación heredera de ETA. La realidad es que Sánchez es presidente del Gobierno porque Bildu fue uno de los partidos que le apoyó en la moción de censura a Rajoy y, desde entonces, la formación abertzale ha sido un socio necesario de Sánchez.
El acercamiento de presos a cárceles del País Vasco fue una de las condiciones de Bildu para apoyar a Sánchez y el presidente ha cumplido el pacto, como ha ocurrido con la expulsión de la Guardia Civil de Navarra, o la aprobación de la mal llamada Ley de Memoria Democrática, en la que el PSOE aceptó varias enmiendas de Bildu. Por eso, no cabe ninguna duda de que, si las cifras dan tras las elecciones del 28M, el PSOE y Bildu llegarán acuerdos para repartirse municipios -se habla de un intercambio del Ayuntamiento de Pamplona a cambio del apoyo de Bildu al PSOE en el Gobierno de Navarra-.
La rectificación a medias e insuficiente de Bildu, anunciando que los asesinos que lleva en sus listas renunciarán al acta si salen elegidos, demuestra el daño provocado en La Moncloa. A Sánchez le ha estallado una bomba de racimos por ir de la mano con asesinos y con cobardes. Las consecuencias se verán el 28M.