La sorprendente convocatoria o no de las elecciones nacionales el próximo 23 de julio, hecha ayer por el presidente, solo un día después de las elecciones autonómicas y municipales del 28M, es la última gran mentira de Pedro Sánchez, a quien le habíamos escuchado decir en numerosas ocasiones que nada ni nadie le haría cambiar su hoja de ruta y que agotaría la legislatura contra viento y marea, porque se sentía fuerte y no corría peligro el pacto con sus socias podemitas.
Pero, claro, también dijo que no pactaría con Podemos porque no podría dormir y pactó, o que no pactaría con los herederos de ETA y lo ha hecho, que no indultaría a los condenados por el procés y también lo hizo, como dijo que las decisiones durante la pandemia estaban avaladas por un comité de expertos que nunca existió, o que se rebajarían las condenas de violadores y agresores sexuales y resulta que más de 1.000 se han beneficiado con la Ley del ‘solo sí es sí’. La colección de mentiras de Sánchez es tan amplia que ha rebajado el bulo a la categoría de anécdota desde que habita en La Moncloa, porque no hay semana que mienta.
De repente, ya no importa si España tiene que asumir la presidencia de la Unión Europea en el segundo semestre de este año o si hay más de sesenta normas que se encuentran en plena tramitación, y quedarán paralizadas ahora, con la disolución de las Cortes. O si los datos macroeconómicos del país son mejor de lo previstos. Todo eso, que hasta hace unos días era relevante para Sánchez y justificaba su decisión de agotar la legislatura, ha dejado de serlo, porque ahora lo único importante para el presidente es su egocentrismo y cómo salvar su figura. Pero ya es demasiado tarde porque los ciudadanos ya no aguantan más mentiras y quieren Sánchez se vaya a su casa.