La policía Belga ha abatido al autor del atentado que costó la vida de dos ciudadanos suecos, momentos antes de un partido de su selección. El principal sospechoso, identificado como Abdesalem L, había reivindicado la acción en nombre del Estado Islámico, alegando que era una venganza en nombre de los musulmanes.
La ministra del Interior, Annelies Verlinden, confirmó que la operación tuvo lugar en Schaerbeek, la misma comuna donde vivía el sospechoso. Según informes, el hombre intentó resistirse, pero finalmente fue abatido en un intercambio de disparos con la policía. El arma automática que portaba se confirmó como la misma utilizada en el atentado.
Abdesalem L era un individuo fichado por los servicios de seguridad y se le consideraba un radical desde hacía casi una década. Además, tenía antecedentes y había solicitado asilo en Bélgica en 2019. Las autoridades también revelaron que había sido investigado por varios delitos, incluyendo trata de personas, residencia ilegal y poner en peligro la seguridad del Estado.
El ministro de Justicia, Vincent Van Quickenborne, señaló que en 2016, se recibió información no confirmada sobre su perfil radicalizado y su deseo de unirse a la yihad en una zona de conflicto. Aunque la información fue verificada, no se pudo tomar ninguna medida concreta. El sospechoso también había amenazado a través de las redes sociales a un ocupante de un centro de asilo en Kempen a principios de este año.
A pesar de que su solicitud de asilo fue rechazada, las autoridades no pudieron localizarlo para un procedimiento de expulsión. La operación policial, que involucró a cientos de agentes y se denominó ‘La jaula del oso’, todavía no se ha dado por finalizada, y según algunos informes, podría haber otras dos personas en búsqueda relacionadas con el caso.
Este caso plantea numerosas incógnitas que requieren una investigación exhaustiva.
En primer lugar, resulta inquietante que no se haya logrado la expulsión de un individuo con vínculos confirmados al radicalismo islámico, a pesar de sus antecedentes y amenazas previas. Además, la cuestión sobre cómo pudo adquirir un arma automática en Bruselas, una ciudad con leyes de control de armas estrictas, plantea interrogantes sobre la eficacia de las medidas de seguridad. Por último, la demora en localizar al terrorista a pesar de la presencia de videos en las redes sociales levanta preguntas sobre la capacidad de las autoridades para rastrear y responder rápidamente a amenazas potenciales en la era de la información digital. Estas cuestiones destacan la necesidad de una revisión a fondo de los procedimientos de seguridad y de la coordinación entre las agencias encargadas de hacer cumplir la ley en situaciones similares en el futuro.