La reciente oleada de inmigrantes llegados a las Islas Canarias pone de manifiesto una realidad preocupante. Mientras los cayucos se multiplican y miles de personas desembarcan en nuestras costas, la política actual para abordar esta situación parece tambalearse. Las medidas implementadas no solo parecen ser ineficaces, sino que también llegan con un retraso alarmante.
Es de dominio público que el Ministerio del Interior tuvo en su posesión informes desde junio que preveían esta crisis. ¿Por qué, entonces, no se actuó con mayor diligencia y previsión? La reacción lenta y, a menudo, desorganizada ante una situación tan crítica solo refuerza la percepción de una política de «parcheo» que se muestra incapaz de enfrentar los retos que este fenómeno migratorio supone.
Pero este no es solo un problema español. En el escenario europeo, la falta de una estrategia coherente y unificada para abordar la inmigración ilegal es palpable. Las recientes reuniones de los líderes europeos han evidenciado más frustración que soluciones. Las declaraciones vacías y las menciones tangenciales en las cumbres europeas no ayudan a calmar las preocupaciones de la ciudadanía, sino que más bien destilan una sensación de impotencia y falta de liderazgo.
Dicho esto, una pregunta se cierne sobre nosotros: ¿Están las Islas Baleares en riesgo de experimentar una situación similar a la de las Canarias? Si bien las condiciones geográficas y las rutas migratorias son distintas, no podemos ignorar la posibilidad. Una oleada de inmigración incontrolada podría suponer una serie de retos en términos de seguridad, infraestructura y cohesión social, entre otros.
Es imperativo que, en lugar de simplemente reaccionar ante los hechos consumados, actuemos con previsión. Las Islas Baleares, con su rica cultura y su importancia turística, deben ser protegidas y, al mismo tiempo, es esencial ofrecer una respuesta humanitaria y efectiva a quienes buscan una vida mejor.
Esperamos que el Gobierno y las autoridades pertinentes tomen nota y actúen de manera proactiva. Las Islas Canarias nos han mostrado las consecuencias de la inacción. No podemos permitirnos repetir esos errores en las Baleares o en cualquier otra región de nuestro país.