En una sociedad cada vez más globalizada y diversa, es fundamental recordar y valorar nuestras raíces culturales. Recientemente, en el Parlament balear, la polémica desatada por una felicitación navideña que incluía una cita de Benedicto XVI ha abierto el debate sobre el papel de las tradiciones en el espacio público. Este incidente no es un caso aislado, el rector de una universidad celebró el final del otoño en lugar de felicitar la navidad, las fiestas o el año nuevo, no son casos aislados sino un reflejo de una tendencia preocupante en España: la creciente reticencia a reconocer y celebrar nuestras tradiciones, especialmente aquellas arraigadas en nuestra herencia católica.
España, con una rica historia y una identidad profundamente influenciada por el catolicismo, se encuentra en una encrucijada. La izquierda, en su búsqueda por una sociedad supuestamente más inclusiva y laica, parece ignorar que la identidad cultural de una nación se construye también sobre sus tradiciones. El catolicismo no es solo una religión, sino una parte integral de la historia española, que ha moldeado sus fiestas, sus costumbres y su arte.
La felicitación navideña del presidente del Parlament balear es un ejemplo perfecto de cómo se pueden honrar estas tradiciones sin imponer creencias. La Navidad, más allá de su significado religioso, es un elemento cultural que une a la sociedad española. La referencia a una figura como Benedicto XVI no debería verse como una imposición de creencias, sino como el reconocimiento de una figura histórica y cultural relevante.
En este contexto, la reacción de ciertos sectores políticos a este tipo de expresiones culturales es preocupante. Al intentar despojar al espacio público de referencias a nuestras tradiciones, no solo se erosiona la riqueza cultural de España, sino que se niega parte de nuestra historia colectiva. La inclusión no debe ser sinónimo de erradicación de la identidad nacional.
Las tradiciones, lejos de ser excluyentes, son un puente hacia nuestro pasado y un recordatorio de nuestra evolución como sociedad. Celebrar la Navidad, reconocer nuestras fiestas y honrar nuestras raíces no excluye a nadie; al contrario, ofrece una oportunidad para compartir y educar sobre nuestra rica herencia cultural.