La política balear ha sido testigo de situaciones complejas y a veces sorprendentes, pero lo que está sucediendo en el Consell de Formentera con su presidente, Llorenç Córdoba, va más allá de lo ordinario y entra en el terreno de lo surrealista.
Córdoba, quien fuera la cabeza de lista de Sa Unió y elegido presidente del Consell de Formentera, se encuentra ahora en una situación insólita: expulsado de su propio partido y sin el apoyo de ningún consejero. Esta situación es el resultado de una serie de acciones y decisiones que revelan no solo una crisis política, sino también un profundo déficit ético y de liderazgo.
Primero, está el hecho de que Córdoba haya sido expulsado de Sa Unió, dejando al partido en minoría y generando un equilibrio precario en el Consell. Pero lo más grave es la razón de su expulsión: la acusación de haber chantajeado a Marga Prohens, presidenta del Govern, exigiendo un sobresueldo de 4.000 euros al mes, a pesar de su ya considerable salario anual de 80.000 euros. Esta acción no solo es reprochable desde un punto de vista ético, sino que también pone en duda la integridad de Córdoba como servidor público.
Además, su negativa a dimitir, tanto del cargo de presidente del Consell como de diputado autonómico, es preocupante. Esta actitud de aferrarse al poder a pesar de la evidente pérdida de confianza y apoyo, no solo de su partido sino de la administración insular en su conjunto, es un claro ejemplo de una falta de autocrítica y responsabilidad.
Es esencial recordar que la política es una vocación voluntaria; nadie es forzado a asumir un cargo público. Los individuos eligen entrar en el ámbito político y, como tal, deberían reconocer que saber cuándo retirarse es una parte crucial de su responsabilidad. Esta retirada, idealmente, debería realizarse con dignidad y sin causar un alboroto innecesario, especialmente cuando se ha demostrado una falta de preparación o capacidad para ejercer el cargo con la integridad y eficacia requeridas. El caso de Llorenç Córdoba subraya esta premisa. Un verdadero líder debe tener la sabiduría y la humildad para entender cuándo su permanencia en el poder deja de ser beneficiosa para el público que sirve, y actuar en consecuencia. La política no es solo un ejercicio de poder, sino un compromiso con el servicio público, y parte de ese compromiso incluye saber cuándo es tiempo de dar un paso al costado para el bien mayor de la comunidad y la salud de la democracia.