En un mundo cada vez más polarizado, la cultura woke y la Agenda 2030 emergen como conceptos altamente controvertidos.
Respaldados por círculos elitistas y poderosos billonarios, estos movimientos se presentan envueltos en un velo de progreso y sostenibilidad. Sin embargo, un análisis más profundo revela una realidad más siniestra: son herramientas de control diseñadas para manipular y dirigir la sociedad según los designios de unos pocos, sin el consentimiento del grueso de la población.
La Agenda 2030, ese plan de ingeniería social que se ha ideado por billonarios en un club selecto y opaco de Davos, que ahora defiende la izquierda vendida en toda la UE. Una agenda de la élite votada por nadie ¿Te vas a someter a élites votadas por NADIE? pic.twitter.com/fosgIj0Am3
— Capitán Bitcoin (@CapitanBitcoin) May 7, 2024
La ilusión de la inclusividad
A primera vista, la cultura woke parece abogar por la inclusividad y la justicia social. No obstante, en la práctica, promueve una división radical basada en la identidad y la corrección política, excluyendo y censurando voces disidentes. Lejos de fomentar la unidad, estas acciones refuerzan barreras y fomentan un clima de miedo y conformidad.
Agenda 2030: Autocracia disfrazada de sostenibilidad
La Agenda 2030, con sus nobles objetivos de desarrollo sostenible, es aclamada por sus proponentes como el camino hacia un futuro verde y equitativo. Sin embargo, detrás de sus metas ambientales, se oculta un plan de ingeniería social orquestado por la elite de Davos. Esta «agenda» se impone sin una verdadera consulta democrática, reflejando los intereses de una minoría en lugar de las necesidades reales de las poblaciones globales.
Manipulación mediática y control de la información
Tanto la cultura woke como la Agenda 2030 se benefician de una cobertura mediática desproporcionadamente favorable, que a menudo ignora las críticas y las voces opositoras. Este sesgo mediático no es accidental, sino una estrategia coordinada para moldear la opinión pública a favor de estos movimientos, silenciando y marginalizando cualquier oposición.
Es crucial despertar y reconocer estas agendas por lo que realmente son
estrategias de control y manipulación por parte de una elite no electa. La cultura woke y la Agenda 2030 no son más que la imposición de una visión del mundo que beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría. Frente a este panorama, la sociedad debe cuestionar, investigar y resistirse a someterse a ideologías que no han sido votadas ni aceptadas por el conjunto de la ciudadanía.