El pasado 30 de julio falleció un joven de 21 años de origen neerlandés en una finca situada en Playa de Palma donde estaban alojados un grupo de 11 turistas de dicha nacionalidad que ocuparon diferentes habitaciones, otros dos moradores fueron trasladados a un centro hospitalario como consecuencia de la inhalación accidental de monóxido de carbono.
Dos de los turistas dormían en una habitación contigua a donde estaba el habitáculo donde se encuentra el calentador de gas butano. Uno de ellos presentaba dolores de cabeza y se encontró a su amigo tendido en el suelo, pensando en un primer momento que estaba durmiendo, si bien transcurrido un tiempo comprobó que éste no respiraba y lo auxilió avisando a sus amigos y a los servicios de emergencias.
Varias patrullas policiales, así como ambulancias se personaron en el lugar intentando salvar la vida al joven con maniobras de reanimación, si bien, finalmente solo pudieron certificar su muerte. Los sanitarios también atendieron al amigo del fallecido que se encontraba con dolor de cabeza y mareado.
Los dispositivos detectores de gases que portaban los servicios de emergencias se activaron al detectar acumulación excesiva de monóxido de carbono en el ambiente. En ese momento el responsable de la actuación dispuso que se abrieran todas las ventanas y puertas de la estancia a la vez que ordenaba la evacuación de todo el personal que no fuese imprescindible en ese momento, ya que existía un riesgo real de sufrir intoxicación por inhalación de monóxido de carbono.
Al lugar acudieron agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional y de Policía Científica para averiguar las causas del óbito. Los agentes recabaron datos y realizaron gestiones, comprobando que los jóvenes habían comentado entre ellos que hacía dos días que se percibía olor a gas en la casa.
Los agentes tomaron declaración a la mercantil que gestiona el alquiler de la vivienda, quienes no tenían conocimiento de problemas de olores de gas, disponiendo de un servicio de mantenimiento que realizaba sus funciones periódicamente.
Mientras los agentes llevaban a cabo las pesquisas el amigo del fallecido volvió a encontrarse en mal estado, requiriendo los agentes a los servicios sanitarios que finalmente trasladaron al joven a un centro hospitalario por intoxicación de monóxido de carbono. Otro joven también tuvo que ser trasladado de madrugada al hospital debido a que presentaba dolores de cabeza y vómitos como consecuencia de la inhalación accidental de monóxido de carbono, sin que se vieran afectados el resto de moradores.
Los investigadores requirieron la presencia de técnicos especialistas de gas y efectuaron comprobaciones con el calentador encendido, verificando que el analizador de gases arrojaba al ambiente el doble de monóxido de carbono permitido según normativa vigente y que los valores aumentaban de forma progresiva.
Se comprobó que el tubo de evacuación de gases se encontraba obstruido por el efecto de la anidación de las aves del entorno, las cuales habrían depositado en el interior del tubo multitud de hojas, hierbas y paja para hacer su nido, provocando con ello que los gases fruto de la combustión del calentador no pudiesen salir al exterior y que retornarán hacia atrás, provocando con ello una acumulación altamente peligrosa de monóxido de carbono en el cuarto de calderas y en las habitaciones colindantes.
Los técnicos inspeccionaron el tubo en la salida hacia el exterior de la fachada, descubriendo que el mismo se encontraba igualmente obstruido por la elaboración de nidos en su interior, siendo la obstrucción casi completa.
En vista de todo lo actuado y a la espera del informe de la preceptiva autopsia la muerte se habría producido de forma accidental por inhalación de monóxido de carbono.