Marc Vidal critica la cortina de ‘Buenismo’: El Objetivo es silenciar las voces disidentes
En el anochecer digital de una España que se precia de sus robustas columnas democráticas y de su firme compromiso con las libertades cardinales, la abrupta e inesperada interdicción judicial de Telegram emerge en el panorama nacional, evocando un torbellino de interrogantes sobre el porvenir de la libertad de expresión en el vasto océano del ciberespacio. Este acto, que parece desvincularse de los pilares fundamentales de la privacidad y la comunicación libre, nos obliga a confrontar nuestro reflejo en un espejo oscurecido, uno que nos devuelve la imagen de naciones donde la sombra de la censura es una constante, un escenario que presumíamos ajeno a nuestra realidad.
A las puertas de un ciclo electoral crítico, con los comicios del País Vasco, Cataluña y las elecciones europeas en el horizonte, este suceso adquiere una relevancia aún mayor, tejiendo un manto de incertidumbre sobre el escenario político y la esfera pública. La decisión, sin precedentes en el contexto europeo, resuena como un eco perturbador de prácticas que asociaríamos con regímenes de corte autoritario, donde el control estatal sobre los flujos informativos es una herramienta clave para la consolidación del poder. Frente a este panorama, la medida adoptada no solo constriñe un canal esencial para el intercambio de ideas y el discurso crítico sino que, además, plantea una interrogante esencial: ¿estamos presenciando el alba de una era en la que la regulación de internet se concibe no como un mecanismo de protección, sino como un instrumento de control?
En vísperas de una coyuntura electoral tan significativa, resulta imperativo reflexionar sobre la proporcionalidad y la necesidad de tal medida, principios que deberían ser baluartes de cualquier intervención gubernamental en el ámbito digital. La falta de un debate público vigoroso y transparente sobre estas decisiones solo sirve para alimentar el escepticismo hacia las instituciones y mermar la confianza en los principios que cimentan nuestra convivencia.